jueves, 15 de febrero de 2007

Cómo el Ser Humano es parte de Dios. -punto de vista FISICO-

¿De qué manera el ser humano entraría a formar una parte más de Dios?
Según la teoría del Big Bang, al principio, todo el Universo estaba contenido en una sola materia inmensamente densa ubicada en un mismo punto. Ésta, por si misma, y debido a esta gran densidad y elevada temperatura estalló, dando comienzo al espacio y al tiempo. A medida que las décimas de segundo transcurrían, en ese universo primigenio sucedían hechos de mayor importancia cada vez, con una mayor rapidez.
Aparecieron en un primer momento los distintos elementos químicos más ligeros; los más abundantes y antiguos son el hidrógeno y el helio, los cuales son componentes esenciales de las estrellas. Ingentes cantidades de átomos de hidrógeno se unen hasta formar una masa, la cual, al llegar a una densidad crítica comienza a formar helio con la consiguiente emisión de energía en forma de luz y calor. Así es como nace una estrella.
El elemento químico hidrógeno, con solo un electrón orbitando alrededor de su núcleo (masa atómica 1) puede fusionarse con otros núcleos atómicos de hidrógenos hasta formar un nuevo elemento químico más pesado, con una masa mayor: el helio (masa atómica 2). Es en este proceso cuando se libera gran cantidad de energía en forma de fotones. El fenómeno vuelve a repetirse con la fusión de los distintos átomos de helio hasta la formación de otro elemento químico con mayor masa, y así sucesivamente.
De esta manera se han formado los más de cien elementos químicos naturales que todos conocemos, descritos y clasificados en la famosa Tabla Periódica de los Elementos.
El hidrógeno se convierte en helio, el helio en hierro, el hierro en carbono, el carbono en cobalto, el cobalto en sílice...
El Universo se autorecicla así mismo y gracias a este proceso de nacimientos, transformaciones, liberación de energías... tal como un ave fénix, todo resurge de las cenizas.
Pero la trascendencia y la grandeza del Universo es tan prodigiosa que, por si mismo, por “voluntad divina” hace que unas cuantas moléculas de oxígeno, hidrógeno y carbono, junto con una pizca de otras como el hierro, fósforo, magnesio, cinc, etc. Se unan todas ellas y se organicen en tal forma que sean capaces de algo sobrenatural, algo prodigioso, algo milagroso: reconocerse así mismo, tener conciencia de sí mismos. Todos estos elementos químicos, una vez organizados, como una sola individualidad, son capaces de tener conciencia de sí mismo. Entre todos, y por sí mismos, son capaces de ver, entender y explicar el propio Universo. A ese conjunto de moléculas organizadas en forma tan sorprendente se le denomina: Ser Humano.
Decía Carl Sagan, “somos polvo de estrellas”. En realidad, desde un punto de vista meramente científico, no somos más que un grupo de moléculas nacidas en alguna estrella de tercera generación, engarzadas en tal forma que es capaz de desarrollar todas las facultades propias de un ser humano: pensamiento, conciencia, razón, amor, odio, esperanza... Pero además,¡¡ tenemos la capacidad para fabricar copias exactas de nosotros mismos!! al igual que cualquier otro ser vivo. Se trata pues de un proceso de autoregeración consistentes en nacimientos y muertes de esta materia; precisamente es el mismo comportamiento al que hacia referencia anteriormente sobre el mismo Universo en su totalidad.
Pero todo esto solo ocurre en el ámbito de nuestros sentidos; es decir, son los fenómenos que podemos contemplar con los sentidos físicos, o ser aprehendidos y estudiados con nuestros inventos tecnológicos. La trascendencia del Ser Humano es aun mayor. En realidad, la trascendencia de todo el Universo es mucho más compleja aún.

domingo, 11 de febrero de 2007

Dios es Inteligencia Consciente.

Si entendemos el concepto de Dios como Toda la Creación, pudiera contemplarse a este Dios Supremo y Único como un simple ser compuesto por una infinidad de materia inerte, manifestada en forma de vacío, gases, estrellas, planetas, gravedad, fuerzas electromagnéticas etc. Como una sucesión casi infinita de dimensiones y estratos distribuidos en distintos espacios-tiempos; Como una mera masa multiforme sin más trascendencia, sin más contenido, sin más objeto.

Pero según las creencias profesadas por todas las religiones de todas las épocas, según el trato y la consideración que se le dispensa a la figura divina, según ese sentimiento que todo creyente posee en su interior cuando menciona al Creador, no podría tratarse de la idea de un simple Dios que consta de una infinidad de millones de millones de fragmentos de múltiples formas, unidos por una serie de fuerzas físicas invisibles.
Por nuestra manera de ver y entender la idea del Ser Supremo, por nuestra forma de intuirlo y explicarlo, debe tratarse de un Dios necesariamente provisto de una inteligencia y, por tanto, poseedor de sabiduría. De lo contrario el concepto de Dios no tendría sentido; la idea de Dios no tendría fundamento alguno y prescindiríamos de ella. Al Universo lo denominaríamos entonces, simplemente Universo, como ese conjunto de materia provista de orden, tal como en realidad lo hacemos solo para designar la idea de Universo Físico. Lo que está claro es que para designar la idea de algo más trascendente y profundo que el Universo material o la Creación, le aplicamos el término Dios.
Necesariamente debe tratarse de un Dios con conciencia de ser Dios, y que actúa como tal utilizando sus infinitas formas. Es un único Dios con cuerpo de Universo. Necesariamente, el orden, el movimiento sincronizado impuesto en los cuerpos celestes, esa capacidad de la materia para evolucionar del polvo estelar a estrella, y éstas morir deshaciéndose y luego volver a formar con su materia muerta otras nuevas estrellas u otros astros..., el proceso de nacer y renacer de todo ser vivo, unos sustentándose de otros en un ciclo interminable, habla de un diseño complejo, de un objetivo concreto, de un plan preestablecido; habla de una inteligencia, habla de una gran inteligencia sabia.
Como conclusión: el Universo es Dios, Dios como todo lo que existe, con las múltiples formas que por sí mismo decidió tener: forma de estrellas, planetas, constelaciones, galaxia, cúmulos galácticos, todo ello conexionado mediante las leyes naturales de la gravedad, todos ellos sometidos a una serie de leyes que los hacen moverse de manera sincrónica y perfecta. A la vez, Dios como Universo, también es todo lo que contiene cada mundo, esas son otras más de sus múltiples formas: montañas, valles, océanos, ríos, atmósfera, minerales, vegetales, animales y seres humanos. Así como la infinidad de otros mundos ubicados en otra infinidad de dimensiones distintas.
TODO ESO ES DIOS.